la valera en castelnou

historia de una asociación cultural

Archivo de Capítulo 1

Capítulo 1 (PARTE 6), Un porqué

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Han pasado unos cuantos años, quizá por eso ahora corresponde poner los puntos sobre las íes. Cierto es que esto a lo que todo este tiempo hemos llamado la Asociación, fue consecuencia de un vacío que se había creado por parte de las instituciones. El mismo espacio vacío que quedaba en las relaciones personales de entre los miembros de una población demasiado envejecida y sin ganas de, como dirían ellos » otras gaitas», con el consecuente pesimismo de haber vivido en un pueblo con cierta vida y que poco a poco iba a menos. Todos creíamos que íbamos a verlo desaparecer. No en vano decíamos que de ser así que lo hiciera lo más elegantemente posible.

Todo esto también lo podemos ver plasmado en las declaraciones que anteriormente mencioné de Jesús Esteruelas, entonces alcalde de Castelnou, en el semanal La Comarca. declaraciones que contrastaban con el Titular «Un pueblo tiene fuerza«

Estábamos a mediados de los años noventa, cuando aparecían los primeros indicios de que la sociedad tenía que tender a fomentar la vida en el medio rural. Las ciudades dejaban de ser ese marco incomparable de ventajas y seguían mostrarnos, cada vez más, los problemas de la masificación. Por otro lado el mundo rural, gracias a la tecnología empezaba a aportar soluciones a los típicos problemas de siempre en los pueblos. Fuimos algunos los que depositamos nuestra esperanza en que esto fuera el inicio de un cambio para estos pueblos. Series de televisión como «doctor en Alaska» hacían que la vida en un pueblo como Castelnou pareciera más atractiva.

En efecto «un pueblo tiene fuerza», al otro lado estábamos la gente más joven, que éramos reacios a ver una realidad tan cutre a la vez que triste. Bien porque siempre acabábamos por diferentes causas volviendo allí, o porque no veíamos una vía de escape. Otra cuestión aparte es que la gente joven disponíamos de mucha energía, que no derrochábamos sólo en ir de fiesta. Éramos una generación que creía en que otro mundo era posible. La mayor parte de nosotros habíamos crecido en el paso de una dictadura a la sociedad en la que hoy vivimos. Quizás sea por eso que teníamos una buena dosis de optimismo y confianza en que todo podía cambiar. Lo cierto es que surtió efecto y la Valera fue cumpliendo sus objetivos durante todos estos años.

Nuestra asociación pasó de ser una herramienta, a ser un elemento de cohesión y de identidad. Me atrevería a decir que el hecho de ser de la Valera caló tan hondo como lo hace el identificarse con un equipo de fútbol u otro. Hubo un tiempo en que meterse con la asociación levantaba ampollas entre muchos de sus socios, como contrapunto estaban los que nos odiaban.

Pero lo fundamental en todo esto no son los papeles, ni los datos, ni siquiera el listado de actividades, ni por supuesto el dinero.

Todo esto es importantísimo, no lo discuto, pero en esencia todo lo anterior sobra si no hay ilusiones y proyectos unidos a la imprescindible necesidad de superación y renovación que hace que una asociación como esta siga viva.

No hay duda de que estas ilusiones fueron las que alimentaron a una gente que sin un euro de partida,  logró organizar unas fiestas de verano, exposiciones…

Pero ante todo lo más importante fue el apoyo que recibimos de una aplastante mayoría de personas que estaban con estos proyectos. Que creyeron en ellos y nos apoyaron no sólo económicamente, lo cual también hicieron. No olvidemos que en una población que rondaba los 100 habitantes, la Valera llegó a contar con unos 120 socios.

Ilusiones que iban desde por supuesto recuperar las fiestas de verano, colaborar en las de invierno, realizar todo tipo de meriendas, cenas, Exposiciones, plantadas…

Muchas cosas que creíamos estaban a nuestro alcance sólo con proponérselo, un poco de trabajo y dinero. No sé las cantidades exactas, pero lo que si nos caracterizó a unos cuantos es ese tópico aragonés, ser bien cabezones. Es éste otro factor sin el que yo personalmente no hubiera concebido este proyecto.

Iremos viendo muestras de todo esto cuanto hemos hablado en las siguientes páginas que nos contaran desde las fiestas, expos…, y sobre todo sus gentes.

Capítulo 1 (PARTE 5)

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Este fue el documento de cesión de local que nos facilitó el Ayuntamiento en su fecha:

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Como veréis en el documento la fecha del Pleno en el que figura la petición es anterior a la primera nuestra primera  reunión del día 14 de mayo. La explicación es sencilla. Cuando por primera vez fuimos al Ayuntamiento a solicitar el local para realizar aquella primera reunión fue la semana anterior a la misma. En esta primera reunión que se mantuvo con el Ayuntamiento, éste nos concedió el permiso para realizar la reunión del día 14 en el ya mencionado piso de arriba del tele-club. Además ya se les manifestó verbalmente, que necesitaríamos que el Ayuntamiento nos cediera un local como sede social. De ahí que el Acta diga que la corporación municipal resolvió sobre estos temas en la Sesión Plenaria del día 11 de mayo.   

Lógicamente pusieron unas condiciones: por un lado que podría el ayuntamiento usar el local cuando éste lo necesitara, siempre que nos lo solicitaran con la debida antelación, y que debíamos regirnos por unos principios democráticos y las actividades redundaran positivamente sobre la localidad. Está claro que debíamos mantener en buen estado las instalaciones y si al final la corporación decidía quitarnos el local. Lo podía hacer sin que nada pudiéramos reclamar.

He querido contar todo esto, ya que durante mucho tiempo la mayor parte de la corporación encabezada por el anterior alcalde estaban en bastante desacuerdo con lo que desde este colectivo se hacía, y es sabido por todo el pueblo que no hacíamos muy buenas migas, un ejemplo es lo publicado en el entonces semanal La Comarca del 8 al 14 de septiembre de 1995, en una entrevista de las que entonces hacía el mencionado periódico a todos los alcaldes de los municipios de lo que llamaban Tierra Baja.

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Como podréis haber leído las palabras  del Jesús Esteruelas, algo que se nos reprochaba constantemente era que no contábamos con el Ayuntamiento. Haciendo reuniones debidamente anunciadas con bastante tiempo, pidiendo permiso para usar las instalaciones municipales y por supuesto invitándoles personalmente. Si algo quedó claro es que no estábamos en sintonía. Debido a esto en un principio se crearon como dos grupos en el pueblo. Los que estaban con nosotros y los que no.

Hay que decir en su favor que con el anterior documento de cesión de local, quedaba claro que nos podían haber quitado el mismo en cualquier momento y no lo hicieron. Además aunque a regañadientes, todo cuanto les solicitamos nos fue concedido.

Afortunadamente el tiempo pudo con todos esos malos rollos y malos entendidos.

Capítulo 1 (PARTE 4), Papeleos

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En las siguientes semanas a aquella semana santa, comenzó el lío de papeles actas, Estatutos, ingreso de las primeras cuotas…

Todos estos documentos, fueron copiados, claro está, con las oportunas modificaciones, de los de la asociación cultural Centro Joven de Albalate del Arzobispo, gracias a que parte de los integrantes, de aquella también joven asociación, me los prestaron para que nos sirvieran como ejemplo. Tengo que reconocer que no sólo me aportaron un modelo, ya que además me influyeron muy directamente con sus ideas sobre el mundo rural y el tejido asociativo, quizá fueron Luisa, Pilar y Fernando, ya profundizaré en ellos en el apartado de personas, los que me metieron en este lío del mundo de las asociaciones. Entre otras cosas, hasta me prestaron la máquina de escribir electrica, con la que se escribieron todos tipo de cartas, progamas…, ya que todavía no era tan normal disponer de un ordenador con impresora, si bien es cierto que no tardamos mucho en introducirnos en la era digital, lo que facilitó un montón todas estas cosas.

Surgió la necesidad de tener un local social, que fuera algo así como nuestro domicilio, lo que se le solicitó al Ayuntamiento, y para nuestra sorpresa, éste nos cedió las dos habitaciones que había encima del anterior despacho del médico, actualmente son la zona de Internet rural y la pequeña biblioteca municipal.

A todos los efectos esta fue la primera respuesta positiva por parte de la corporación municipal de cara a nuestra organización. Pero lo que si constituyó fue el definitivo reconocimiento por su parte de nuestra existencia como colectivo.

La Valera ya tenía una dirección:

ASOCIACIÓN CULTURAL LA VALERA

c/ Extramuros, S/N 2ª

44592, Castelnou (Teruel)

Fue una temporada marcada especialmente por la ilusión con que se comenzó este proyecto, una fuerza imparable.

Capítulo 1(PARTE 3), tormenta de ideas

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Aún recuerdo esas reuniones previas al inicio de la asociación. Ya lo hemos mencionado, se realizaban en la parte de arriba del bar, teníamos que  pedir permiso al Ayuntamiento, algo que no sentaba muy bien entre ellos.

En aquel tiempo eran el  entonces alcalde y su señora quien estaban al tanto de los servicios del bar del pueblo, con lo cual nunca se quedaban sin saber cuando se desarrollaban dichas reuniones, siempre se invitó a todo el mundo a participar en las mismas, el que no venía, está claro que era por que no le interesaba.

Cierto es que juntamente con la aparición de una voluntad, vamos a llamarla positiva, apareció la de unos cuantos que creían que lo que planteábamos no eran más que tonterías que no iban a cambiar nada.  Otra vez se equivocaban, sólo hay que ver el paso del tiempo. No sé si es porque se nos veía como la «competencia», pero lo cierto es que siempre estaban al tanto de cuanto queríamos hacer, con una sola misión, estar en contra.

Este es un síntoma que se repite en todas las historias, detrás de todo proyecto, siempre hay gente que lo apoya y gente que no. Ahora, con el paso del tiempo, estas cosas se recuerdan con un tono más tolerante y más calmado, pero entonces provocaban desde risas hasta rabietas.  Algo que si se forjó gracias a esto fue la amistad de unos cuantos, que nos sentíamos atacados, lo que nos dio aún más fuerza.

Subíamos por las escaleras del tele-club hasta la parte de arriba, recuerdo como se movían algunas de las barras que servían de quitamiedos o barandao de la escalera, llegábamos a la puerta y como no, estaba cerrada, algo que abajo nunca sabían. Mientras algunos esperaban sentados frente a la misma, generalmente era yo quien bajaba por la llave a la barra del bar. Una vez en poder de la llave abríamos aquella puerta que hacía un ruido bastante característico, debido al plástico duro que tenía colocado como cristal opaco en el centro, seguro que todos los que acudíamos a esta sala lo recordamos, por eso y por los portazos.

Una vez dentro abríamos las persianas de los grandes ventanales, ya que lo de la luz, que también se encendía desde la barra del bar, era siempre motivo de uno o varios viajes  más cuando la luz del sol ya no iluminaba.

Nos sentábamos en corro en aquella sala enorme, donde había un eco y una reverberación que cuando hablaban más de dos al mismo tiempo se apreciaban ampliamente. Tampoco eran menos escandalosos los ruidos de las sillas de frórmica y patas metálicas sin tapas de goma en los extremos, que constantemente se movían.

Las instalaciones con las que ahora se cuenta son incomparables,  mención a parte merece la climatización del local, generalmente bromeábamos con que echábamos a los pingüinos en invierno y eran los mosquitos quienes nos echaban a nosotros en verano.

Parecía que remábamos contra viento y marea, pero lo cierto es que quizás sea todo esto nos hizo desear más una realidad distinta y, en definitiva, mejor, en la que parecíamos estar un montón de gente de acuerdo.

Volvemos a aquel día 14 de mayo, casi todos los que allí nos juntamos hicimos una lista de cosas que eran necesarias mejorar, recuperar y crear…

Palabras procedentes de aquella tormenta de ideas como suele suceder siempre en estos casos, las que más se repetían eran:

–       Recuperar las fiestas de verano.

–       Investigar en la historia del pueblo.

–       Hacer cursos, exposiciones…

Recuerdo especialmente una de las ideas que se repetían y que hizo bastante gracia en general, por eso todos, acababan diciendo “…y plantar pinos”.

Finalmente se acordó constituir una asociación cultural, y de nuevo la tormenta de ideas para dar con el nombre para ésta. Fue Carlos, el cura, quién sugirió el que sería su nombre, la Valera,  como esa campana puesta en lo alto del pueblo, que nos acompaña siempre, comunica y nos muestra el avance del tiempo.

Capítulo 1 (2ª PARTE)

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Como se explica en el prólogo, la Valera tuvo su porqué. En el año 1995 estábamos un grupo de personas con un potencial importante, que por circunstancias distintas en cada caso, nos encontrábamos viviendo en Castelnou. Un  pueblo que parecía tender a una despoblación total, en el que por haber desaparecido, lo habían hecho hasta las fiestas de verano, unas fiestas que años antes organizaron diferentes comisiones de fiestas de acuerdo con el Ayuntamiento de la localidad y con la colaboración de los vecinos.

En alguno de los muchos paseos por el puente hasta el molino o las cuevas de las Chilandras…, un buen día nos juntamos Manolo, al que generalmente conocéis como Manolito y yo, al que soléis llamar más o menos por mi apellido, «Guimera»,  y entre conversaciones tales como esto no puede ser…, hay que hacer algo…, decidimos quedar un día para hacer una reunión, donde plantear hacer una asociación, que fuera una herramienta para dinamizar socialmente el pueblo. Dicha reunión tuvo lugar  en la parte de arriba del entonces tele-club, donde solían hacerse las verbenas de invierno. Para que pudiera acudir bastante gente decidimos hacer dicha reunión el día de viernes Santo de ese año.

14 de abril de 1995, la primera reunión fue todo un éxito. Acudió mucha más gente de la  que inicialmente esperábamos, gente afín a la idea y también gente que no la entendía, lo cierto es que siempre están los pesimistas, que no nos daban ni un año de vida.  Bueno lo que está claro que al menos esos se equivocaban.

Por no faltar a dicha reunión no faltó ni el cura, que unos días más tarde fue el primer Vocal de la Junta Directiva. Al que si echamos de menos, esa y otras muchas ocasiones fue al entonces alcalde, que curiosamente estaba en el piso de abajo. Ni que decir tiene que, este último, en los inicios de esta historia no estaba muy de acuerdo con nuestros planteamientos. Tampoco nos faltaban los típicos «hooligans» que sólo venían a montar follón, disculparme si no doy nombres, pienso que no viene a cuento.